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lunes, 7 de febrero de 2011

ARISTÓTELES: EUDEMONISMO


Aristóteles afirma que los seres humanos buscan un objetivo en la vida, que consiste en hallar la felicidad. Ya en su época, este filósofo observaba que cada persona creía encontrarla en cosas muy diversas como el dinero, el sexo, el poder…etc. Sin embargo, Aristóteles creía que la clave para hallar esa felicidad se encontraba en la autorrealización (el conocimiento y la prudencia, el saber actuar en cada momento de manera correcta y conforme al contexto de la situación).  Para alcanzar la felicidad, tendríamos que intentar desarrollar las virtudes, aquello que nos ayuda a vivir mejor, la virtud es lo que nos da fuerza, frente a la debilidad, que es el vicio.  La virtud se encuentra en el mundo de la acción humana, entre el exceso y el defecto. Pero, ¿cuál es ese término medio? Para Aristóteles, no basta con conocer un buen modelo de conducta, sino que tenemos que aplicarlo. Primero escogemos a aquellas personas de la sociedad que puedan servirnos como modelo de actuación, después intentamos aprender de ellas su buena conducta y después lo llevamos a la práctica. Así construiremos poco a poco un modelo de conducta propio, que se ha servido del ejemplo de otras muchas personas.
Ahora bien, aquí surge nuestro problema principal: ¿quién es el modelo que debemos seguir?
Para responder a esta cuestión normalmente nos fijamos en personas famosas, que parecen ser felices. Sin embargo, ¿conocemos bien el modelo de persona que intentamos seguir? ¿Se trata de un prototipo ‘’aparentemente’’ perfecto, que luego resulta ser inalcanzable simplemente porque no es real? Muchas veces nos dejamos llevar por lo que vemos, y caemos en la trampa por ejemplo, de la publicidad. Por eso, tenemos que saber elegir bien los modelos que vamos a seguir.


Hay miles de chicas en el mundo que sufren anorexia, por intentar parecerse a mujeres como esta. ¿De verdad quieres parecerte a esa chica tan guapa de cintura delgada y perfecta? Muchos pensarán: ''lo tiene todo, seguro que es feliz''. Que no te engañen, ella es guapa sí, pero lo que tu estás viendo no es real.

SÓCRATES: INTELECTUALISMO MORAL


Para plantear el intelectualismo moral, Sócrates, parte de la relación de los siguientes conceptos:

Sabiduría = virtud = felicidad

Es sabio aquel que posee una cierta experiencia moral, que se adquiere por medio del conocimiento y la práctica del propio bien, es decir, por medio de la virtud. A la larga, el sabio, mediante esa virtud, conseguiría la felicidad más satisfactoria, que es la que nos proporciona el ser justos. Por tanto, jamás existiría la felicidad sin virtud; la virtud es la condición necesaria y suficiente para la felicidad.

El principio moral de esta teoría ética es que aquel que conoce el bien es imposible que sea capaz de hacer el mal. Una vez que se conoce el bien, es imposible dejar de aplicarlo. El mero hecho de conocer lo correcto hace que nos sea imposible obrar mal. El que actúa incorrectamente lo hace porque es ignorante, porque realmente no sabe qué es lo que está bien. La única razón que hay para obrar mal sería entonces la ignorancia, eso es lo que justifica las malas obras. A la larga, de los malos actos no quedarían ningunos beneficios, y aparecería el remordimiento en la conciencia.

Sócrates pretendía orientar a las personas en la búsqueda del bien y de la justicia, convencido de que la virtud puede enseñarse. Creía que todas las personas tienen dentro de su alma el conocimiento de la verdad y que tan sólo necesita ser estimulada por reflejos conscientes para darse cuenta de ella (mayéutica).


¿Es realmente posible hacer el mal sabiendo lo que está bien?

Ya sabemos cuál es la respuesta de Sócrates ante esta cuestión. Sin embargo, no todo el mundo la comparte. En el siguiente diálogo podemos ver cómo se discute este asunto, y cómo finalmente Sócrates, aportando convincentes argumentos, persuadirá a Menón.

Sócrates: ¿Hay unos que desean las cosas malas y otros que desean las cosas buenas? ¿No te parece, distinguido amigo, que todos desean las cosas buenas?
Menón: No, no me lo parece.
Sócrates: ¿Hay, entonces, quienes desean las cosas malas?
Menón: Sí.
Sócrates: ¿Pero dices que pensando que las cosas malas son buenas o que, incluso conociendo que son malas, sin embargo, las desean?
Menón: Me parece que en los dos sentidos.
Sócrates: ¿A qué llamas desear? ¿A que algo llegue a ser de uno?
Menón: A que llegue a serlo, ¿a qué si no?
Sócrates: ¿Pero pensando que las cosas malas benefician a aquel a quien le llegan o sabiendo que las cosas malas perjudican a aquel a quien se dan?
Menón: Hay quienes piensan que las cosas malas benefician, y hay quienes saben que perjudican.
Sócrates: ¿Te parece que saben que son malas las cosa malas quienes creen que las cosas malas benefician?
Menón: No, eso no me lo parece en absoluto.
Sócrates: Luego es claro que ésos no desean las cosas malas, esos que las desconcen como tales, sino que desean las que piensan que son buenas, aunque ellas son malas. Así que los que las desconcen y creen que son buenas, es evidente que desean las cosas buenas, ¿verdad?
Menón: Probablemente es así.
Sócrates: Pues ¿qué? ¿Es que los que desean las cosas malas, como dices, pensando que las cosas malas perjudican a aquel a quien llegan, saben seguro que serán perjudicados por ellas?
Menón: Necesariamente.
Sócrates: ¿Pero es que no creen que los que son perjudicados son desdichados en la medida misma en que son perjudicados?
Menón: También esto es necesario.
Sócrates: ¿Y es que a los desdichados no les va mal?
Menón: Yo creo que sí.
Sócrates: ¿Hay, entonces, alguien que quiera ser desdichado y quiera que le vaya mal?
Menón: No lo creo, Sócrates.
Sócrates: Luego no quiere nadie las cosas malas, Menón, a no ser que quiera ser él mismo malo. Pies ¿qué otra cosa es ser desdichado, sino desear las cosas malas y conseguirlas?